Hay una pregunta materialista vulgar que oímos a menudo referida a empeños y actividades humanas: ¿quién lo paga?
En la naturaleza, la "divisa fuerte" es la energía. Se cobra y se paga en energía. También sucede así en la economía humana, que no se halla al margen de la naturaleza –a pesar de las ilusiones que alienta la teoría económica estándar. Ante las actividades de producción y consumo de los seres humanos, hemos de preguntar: ¿quién lo paga –es decir, con qué base energética se realiza? Y es que casi todas las actividades humanas se entienden mejor si pensamos primero en términos de energía (cuidando de no incurrir en determinismo energético; y abordando también, desde luego, los aspectos culturales, políticos, económicos, etc. de tales actividades). Pues de la energía disponible para una sociedad depende casi todo lo demás.
Esto sucede también si indagamos en posibles transiciones ecosociales hacia la sustentabilidad: ¿cómo afectaría a nuestras sociedades lo más básico de esos cambios, a saber, la necesaria transición energética desde la matriz actual basada en combustibles fósiles hacia un sistema energético nutrido con fuentes renovables?